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sábado, 20 de junio de 2009



en ese éxtasis
soy tu dicha
pero luego llueve y llueve tan fuerte
y la pintura se me corre, un río negro se me esparce

........

Mi gloria no es más que el festejo de un momento
papel protagónico
al soplar las velas
y luego?
el gran apagón. sólo puedo brillar un momento antes
de la muerte

........

ni mi rostro perdurará. ¿ya lo pensaste?
yo misma me desvanezco en cada palabra
la que digo y la que dices
se solidifican para luego liquidarse
somos pollos congelados
hielos
fuera de temperatura,
embutidos

4 comentarios:

Angst dijo...

gracias por el link, V!!

Bien sabes CUÁNTO amo todo lo que hace Liniers :)))

Escribidor dijo...

ni mi rostro perdurará. ¿ya lo pensaste?
Mm, sí, varias veces lo he pensado.
Pero para eso está la memoria, ¿no?
Para recordar lo que a veces creemos olvidado, al menos en su real forma.
De eso, de la memoria, se preocupa en gran medida la literatua.
Los libros -los buenos- son inmortales. Perduran,

Saludos.

empieza con A dijo...

supongo que cada instante es la muerte que nos nombra, nos desavnecemos si,como metamorfosis, jamás seremos los que fuimos y asi sucesivamente, es hermoso y dolorosamente cruel.

Angst dijo...

Sabemos adónde vamos y de dónde venimos,. Entre
dos oscuridades un relámpago.
Y allí, en la súbita iluminación, un gesto, un único
gesto,
una mueca más bien, iluminada por una luz de
estertor.

Pero no nos engañemos, no nos crezcamos. Con
humildad, con tristeza, con aceptación, con
ternura,
acojamos esto que llega. La conciencia súbita de una
compañía, alli en el desierto.
Bajo una gran luna colgada que dura lo que la vida,
el instante del darse cuenta entre dos infinitas
oscuridades,
miremos ese rostro triste que alza hacia nosotros
sus grandes ojos humanos,
y que tiene miedo, y que nos ama.

Y pongamos los labios sobre la tibia frente y
rodeemos
con nuestros brazos el cuerpo débil, y temblemos,
temblemos sobre la vasta llanura sin término donde
sólo brilla la luna del estertor.

Como en una tienda de campaña,
que el viento furioso muerde, viento que viene de las
hondas profundidades de un caos,
aquí la pareja humana, tú y yo, amada, sentimos las
arenas largas que nos esperan.

No acaban nunca, ¿verdad? En una larga noche, sin
saberlo, las hemos recorrido;
quizá juntos, oh no, quizá solos, seguramente solos,
con un invisible rostro cansado desde el origen,
las hemos recorrido.

Y después, cuando esta súbita luna colgada bajo la
que nos hemos reconocido
se apague,
echaremos de nuevo a andar. No sé si solos, no sé
si acompañados.

No sé si por estas mismas arenas que en una noche
hacia atrás de nuevo recorreremos.
Pero ahora la luna colgada, la luna como
estrangulada, un momento brilla.
Y te miro. Y déjame que te reconozca.

A ti, mi compañía, mi sola seguridad, mi reposo
instantáneo, mi reconocimiento expreso donde
yo me siento y me soy.
Y déjame poner mis labios sobre tu frente tibia
- oh, cómo lo siento -.

Y un momento dormir sobre tu pecho, como tú sobre
el mío,
mientras la instantánea luna larga nos mira y con
piadosa luz nos cierra los ojos.

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