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viernes, 5 de junio de 2009

y existen



Hay también una dimensión en las que no piensan ustedes lo suficiente, estoy convencido de ello, porque viven ahí como en el aire que respiran desde que nacieron, y se llama aburrimiento. Tal vez nunca han pensado hasta qué punto el aburrimiento es típicamente una dimensión de la Otra cosa, que incluso se llega a formular así de la forma más clara -quisiéramos Otra cosa. Estamos dispuestos a comer mierda, pero no siempre la misma.
J. Lacan. Seminario V

3 comentarios:

Angst dijo...

"Esta enfermedad del tiempo, fuente principal de la intuición de la ausencia de finalidad, se expresa en el tema obsesivo de la repetición. Puesto que no sucede nada, puesto que el tiempo que aparentemente fluye lo hace a imagen de una fuente helada cuyo movimiento sólo sería la ilusión debida al reflejo del sol sobre el hielo, puesto que no podría haber ningún neuvo acontecimiento, es preciso que todo lo que "llegue" sea como la repetición constante d elo que existe ya y para siempre (...) No es que algunos hombres, tomando conciencia de su sometimiento, no puedan en cierto modo librarse de él al acceder a la lucidez. Pero, y ésa es otra profunda intución de Schopenhauer, la mayor parte de los hombres se niegan a escuchar la voz de la razón que les invita a esta toma de conciencia, puesto que la lucidez los hundiría en un tedio que presienten por haberlo experimentado más o menos directamente, tedio que no sólo es lasitud y fatiga, sino ante todo sentimiento de la nada, del que la inconsciencia los protege a la manera psicoanalítica. Prefieren, por tanto, resignarse a jugar honestamente su papel de muñeco. Se habrá reconocido el tema del divertimento pascaliano, por el que Schopenhauer apuesta con gusto. El hombre del divertimento, tanto en Schopenhauer como en Pascal, prefiere una seriedad irrisoria a una angustia realmente seria; en consecuencia, vela para disipar de su conciencia toda forma inquietante de cuestionamiento: "su centro de gravedad --dice Schopenhauer-- cae fuera de él". Incapaz de replegarse sobre sí mismo, sabiendo secretamente que toda su desgracia le llega porque no puede quedarse solo en una habitación durante una hora, se vuelve hacia afuera: "Al igual que el hombre agotado espera en los consomés y en los preparados de farmacia la salud y el vigor cuya verdadera fuente es la propia fuerza vital". Esa fuerza vital propia, que es la fuerza del espíritu, es lo único que permitiría afrontar el espectáculo de la ausencia de finalidad; en cambio, presintiendo que no sería capaz de hacerlo, prefiere hacer "como si" la finalidad fuese real. La creencia en la finalidad es el divertimento mismo. Estos prestigios del divertimento explican bien la importancia concedida por Schopenhauer a la experiencia del asombro ante la ausencia de causalidad y de finalidad: por evidente que sea, hay que forzar la barrera que separa la inquietud de la lucidez, y continuamente hay que recobrarla."


Clément Rosset, "Schopenhauer, filósofo del absurdo", pp. 115 y 116.

jose Quiroga dijo...

GOKÚ

empieza con A dijo...

wowwwwwwww...nada más!

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