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martes, 31 de marzo de 2009

no depende de mí.



Luchar contra el propio olvido; anestesiarme con palabras que apacigüen, que almohaden esta reivindicación, esta pelea contra la desmemoria.
Mi pasado tiende a huir. Los antiguos cuerpos retornar sólo en sueños. Sólo sé que existen por su aparición en esta otra lógica, allí donde somos otros, recostados, ausentes y abandonados.

Vivo de los lugares, las coordenadas espaciales. Conservo tan sólo las disposiciones, el orden de los elementos, su atmósfera. Las escaleras, las esquinas, los baños. Yo situada en ellos, con ellos. Nunca fuera, nunca espectadora. Los espacios me comen, les pertenezco. No retengo contenidos, las películas se me olvidan, se desvanece el nombre de los libros, su desenlace. Preservo los ejes, el escenario; el piso en Paris de Horacio Oliveira, la cama desordenada y repleta de discos de la Maga, el hueco donde Sergio Prim anhelaba refugiarse, el campo llano y trabajado de Hermelinda en “La manzana en la oscuridad ,las calles de Unamuno que recorría Don Augusto Pérez persiguiendo a la mujer, el escritorio desolado y pálido donde Pizarnik planeaba su suicidio, el convento oscuro de la Duda, el club de tenis donde Rimini era acosado por una mujer madura y deseosa, el circo colorido donde guillotinan a Rudecino Malleco en Juan Emar, el mundo mítico y colorido de Charlie y la fábrica de chocolates, el patético escenario que construyó Tony Manero, el tren al cuál le ladraba el perro de las trillizas de Belleville,la roca donde a la Mariscadora se le atasca la mano y el sol tenue y cruel que acompaña su muerte, la cárcel de Puig en El beso de la mujer araña, el árbol de Paul Vallery, la casa de Nietzsche en la cima del cerro, el hotel de Acapulco donde se quedan B y el padre de B en Bolaño, las calles de Londres recorridas por el personaje de Coetzee y su desconcierto.

Pero no me exijan contenidos, no me pidan cronología de historias, biografías, hechos. A lo sumo puedo establecer temáticas globales, sensaciones o flujos que se adosan a la realidad del relato pero que sin embargo no pertenecen a él. Preservo el estado interior, la huella que sopló en mí. Cierva de percepciones superficiales, del rastro que deja el lenguaje, de los espacios físicos donde se desenvuelven los sujetos, o yo.

Puedo olvidar tu historia. Perdóname si nada es lo que recuerdo, si olvido tu mortal historia. Sólo retengo el territorio, la curva de la escalera, desde dónde te miró, donde se encontraron, la gente que pasaba impávida por tu lado. Sin embargo, tampoco esto será fiel. También esto estará teñido por mi fantasía. Relleno todo espacio en blanco, agrego todo lo que faltó en tu discurso. Lo coloreo, lo asciendo, tapo de techo lo que tal vez sucedió al aire libre.

2 comentarios:

empieza con A dijo...

Siempre me ha gustado eso de ti...tu pregunta "pero a qué lado del auto estabas?" "estaban parados o sentados?" "que personaje furtivo pasaba por el lado en ese momento?" hay algo que ocn los dias he querido comentarte, como cuando clarice escibre de las "cosas" me recuerda tanto a ti, será que llevas la humanizacion de las cosas y los espacios como ella, todo lo contrario a cosificar la vida, a captar la superficialidad, por el contrario vas con un ojo magico, que te permite sacar fotografias despampanates y ensordecedoras, una mirada tan unica que se ha vuelto cada vez más presente y adquiere sentido "real" en el despliegue de tu vida, de tus proyectos cotidianos..me recuerda ese escrito de algun tiempo atras como describes un rincón en tu pieza y le das personalidad ¿sabes de cual te hablo? espero que si... leyendo a clarice entiendo porqué te gusta y entiendo más cosas de ti, de tu relación con las "cosas-espacios" y me encanta...que no dependa de ti, la mejor parte!!!!

nosesilbar dijo...

"la huella que sopló en mí"

nadie podría explicarlo mejor.

linda Vale, te inscribiste en el taller?

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