laurapiensa.

Si hasta sus pesadillas eran cobardes y abotonadas. Parecía amarrarse de un fino hilo hacia el ojal de la aguja. Sus pasos aquietados y grises, su rostro de líneas medias y continuas. Todo en ella parecía concluirse con la perfección y determinismo de días que nacen y mueren de atrás hacia adelante. Nunca la vi encolerizada, sus latidos iban a la perfecta frecuencia del tic tac de cualquier reloj que marca la hora exacta.

Sus días, ¡sus días! sin dudas ni púas. Solo un lento devenir de acontecimientos y consecuencias lógicas. Nada despuntaba o florecía como la pluma o el mar. Nada en ella olía a vida o lamento. (Siempre creí que la muerte habita en los ignorantes de su propio límite). En ese entonces yo pensaba que lo único que la hacia diferente de los animales era su creencia apodíctica de que los humanos son atacados por "instintos" irrefrenables, y que por lo tanto debemos pasar la vida en el esfuerzo de encauzar la pasión. Entonces se avocaba al terrible orden, a la sucesión impertérrita de causas y efectos, a ordenar la mermelada, la sal y la pimienta en sus respectivos frascos de cerámica brillante y lozana, alineados en su cocina blanca y pulida por los mejores sacabrillos.

Y he aquí; la tenemos arrojada al calor de un hombre que despierta para pasar al siguiente día y ambos se llenan de acciones funestas del tipo "hagamos-todo despacito-y-así-no-nos-damos-cuenta-y-ya-anocheció-y-mañana-es-un
-nuevo-día"

Amanece peinada y atardece íntegra, siempre clara u oscura dependiendo del color de la luna, cada suspiro suyo es seguido por una exhalación del mismo tipo y el lenguaje en ella es un elemento obvio; funcional y comunicante.

Y yo me pregunto en medio del caos como sería si de pronto hiciera un puñado apretado con mi vida, lo tirara al viento y me volviera un poquito más ella y menos yo. Sacarme toda la insuficiencia y detener de golpe la apasionada sensación de fracaso y desilusión que me mantiene con un hermoso y palpitante dolor. Si de pronto toda esta inteligencia lejana al intelecto quedara aplastada bajo el camión de basura y yo comenzara a comer bajo el amparo de un día continuo y una vida cierta; donde el clavo calza en el hoyo y el dardo da en el mismísimo blanco.

Que ocurre si de pronto anoto en papelitos amarillos la comida de cada día, con su ensalada y postres respectivos. Incluso podría ordenar cada banquete por colores. "Los lunes, día de desintoxicación: comidas verdes: lechuga, manzana, jugo de melón. Martes, día rojo: tallarines con salsa boloñesa, jugo de sandías y para terminar frutillas sin crema." Y así sucesivamente. (Ir envolviéndome de los pequeños ascos, al olor a ajo por ejemplo. Insertarme segura en las manías, detestando el sonido de los dientes al mascar apio)

Y así progresivamente comenzaría la purgación y con esta la costumbre y los hábitos. ¡Los hábitos! la vida se ordena y todo debe oler a jabón. El mundo es algo serio que se debe conservar sano. ¡Cuidarla como un tesoro, la vida! Y de pronto me apego a la fe ciega y a los valores católicos. Los pensamientos impuros se convierten en monjes orando en mi cabeza y el supermercado ya no sufriría de mis robos de chocolate y con esto detendría, como en un 2 x 1, la gula. Uno a uno se irían extinguiendo. ¡Los 7 pecados capitales!

Que sucedería. Un vuelco completo. ¿Cómo sería hallarse en el anverso?

Y botar cada libro que desangre, tachar cada papelito de frases que inviten a la revelación de lo absurdo del tiempo o el amor. Y en verano leer novelas americanas. Preciosas!

La terrible diferencia entre existir y vivir.

Que sucedería si hoy me amarro al existir?

Pierdo las esperanzas, puede que no lo consiga. Una vez que se ha vivido, ¿puedes olvidar?

¿O es que también existe el olvido sin memoria?