
Hierves sin calentarte ni soltar gorgoros de aviso. Todo ocurre como un piquero, así, (splash).
Me esclaviza tu modo instintivo, como apostado a lo práctico, el reverso de todo lo que pueda funcionar como intermediario. Me da miedo mirarte simplemente, yo me pregunto cuanto tiempo habrán tenido algunos para guardar tanta existencia en sus palabras y sus ideas. Cuanta gente olvidada debe rehacer su vida y sus dientes postizos, cuanta tierra he acumulado en los pliegues de mi cabeza turca. Renacer para morir lentamente. Pero de pronto tú, Cada día un embarazo silencioso, cada día un avestruz mira el cielo cansada de la oscuridad y los hoyos. Preñez, mis manos, tus ojos que parecen estampados en tu rostro, como mandados en ofrenda por algun lugar lejano y ficticio. Dentro del agua tu y yo. Soy áspera pero abierta, algo así como el agujero de tu pipa, siempre dispuesta a fumarse, a darse, sin sentencias, otro viaje de hierbas junto a ti. Tu silencio oriental, campanadas en flor de loto zumban y resuenan. Calma, templanza, todo eso me aturde como el dulce, como tu nariz lanzada al mundo, como la chasquilla de tu boca limpia.
Duermes apaciguado por mis refugios de carne y saber. Te vuelcas, retuerces, oprimes y vuelves a nacer. Del silencio emerge la palabra. Confusa, incierta, flota hacia mi tu frase, cargada de nosé, de medusa, de arco iris, planta o timbre.
Bárbaros sin la “r”, trapecios que vemos por tres caleidoscopios de luz en mi pared, cuelgan sobrenombres en mis orejas. (tú, el voyeur de ellas!), crema y mora, cangrejos y sabuesos, vaguada costera, menos, división, resta suma y sigue.
El infinito simbolizado con mis dedos, solo nosotros sabemos que lo eterno pasa entre ellos a pesar de su minúscula distancia.
Todo este neologismo es para vocé, tú que comprendes, tú que no entiendes, usted que vuelve a dilucidar mi empañada lágrima de agua.
Me acompañas, me alivias me crees. Yo intuyo el sentido último, siempre con la certeza honda de lo inabordable que hay en nosotros. En ti, en mí. En todos. Me alimento según el ánimo del sol en esta ola de calor, me duermo y la esquina de mi almohada bulle, expele, erupciona tu olor de piel humana, cansada, tranquila, alerta. Le hemos tendido ambos la trampa necesaria a la ciencia, engaño necesario para atrapar un puñado de placer o gloria. Retrocedo justo antes de comenzar, avanzo 4, saltamos hacia atrás. En mi cama lloro por que no puedo. En la noche te consuelo por que el cuerpo no responde. Unimos amor, atamos máscaras en un rincón desesperado. Ansiamos sacarnos el yeso, sabemos que es imposible. Babilonia nos domina. (la ilusión nos mueve, no la abandonamos) Te amo por recorrer tu camino, por ser terriblemente bello, por todo lo de camaleón que guardas sin vergüenza, y al mismo tiempo, por ser tan, pero tan tan (…)
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Por poder transformar una plaza en el corazón del cemento, en un paradisíaco jardín zen; gracias.
1 comentario:
Gracias, gracias por la forma en que me ves, entiendes y sientes, me siento transparente al escucharte hablar de mi, se que no soy un libro abierto sino que es tu suspicacia, cariño inmenso y todo el amor que tenemos el que abre estas pesadas tapas que llevo acuestas.
Me asombras, me encantas, me llenas y me deslumbras con tu belleza y pasión.
Me alegro cada día de habernos encontrado entre tanta confusión para así confundirnos, asombrarnos y vivir este presente juntos.
Amo la complicidad de tus palabras, es un mundo nuestro intocable, que solo entendemos por lo vivido.
Amo los lugares mágicos que visitamos y vivimos, puede ser una plaza, la montaña o la playa pero con tu compañía se transforman en mil formas distintas y excitantes, nuevas e inimaginables.
Te amo por todo y por nada, por algunas razones y por no tener razones.
Gracias
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